miércoles, 18 de noviembre de 2015

Nacho Vegas – La zona sucia (2011)


¡Hemos vuelto! Asín en plan con ganas, para celebrar el sexto aniversario, que fue este nuestro bonito lunes 16 de noviembre. Hasta hemos subido un vídeo para celebrarlo. Y ahora crítica. Toma ya.

Tengo pendiente una reseña de un disco que me pidió Alicia (¡hola, Alicia!), ganadora de un miniconcurso improvisado al haber acertado el motivo de que hiciéramos el streaming diario durante la semana pasada. Llegará. Pronto. I promise.

De momento, con todo, os traigo un disco inflexivo (esa palabra no sé ni si existe) en la carrera de Nacho. La zona sucia, que tiene ya sus cuatro añitos y medio bien envejecidos, fue lo primero que lanzó con la discográfica propia que se montó (tras dejar atrás Limbo Starr), y al parecer, lo último en esa etapa del Nacho más lánguido y agostado. A partir de entonces, los dos trabajos que ha lanzado (el EP Cómo hacer crac, este mismo 2011, y el LP Resituación, a mediados de 2014), han vuelto el rostro a una tónica mucho más contestataria y de activismo sociopolítico. Está por ver si es una tendencia al alza, o ha sido un simple descanso del dolor habitual.


Dolor que aquí está desde el primer instante, en uno de sus temas más melancólicos, y que creo recordar incluí en mis varias listas de destacados. “Cuando te canses de mí” trabaja, claro está, con el sempiterno amor, esta vez mirado desde el punto de vista, no ya de la pérdida, sino del miedo a ella. La base es (y de ahí que funcione tan bien en acústico) guitarra y voz, a las que se añaden maracas, teclitas y algún que otro coro un poco fuera de lugar. Y, claro está, una letra de esas que te da mucha gana de coger, plantarte en su casa, darle un abrazo y un chocolate caliente, y decirle que ya está, que la tormenta ya ha pasado, y que no nos cansamos de él.

No quiero extenderme mucho con temas de los que ya he hablado (para no repetirme, sobre todo), y de “La gran broma final” ya he hablado dos veces en este blog. Baste destacar que es el tema más emblemático de este disco, y probablemente también el más importante de Nacho desde El manifiesto desastre. El ritmo de marcha militar y la letra que va in crescendo construyen una tragedia inevitable y omnipresente. Entonces agachas la cabeza, cierras puertas y ventanas, y asustado como un animal, porque es el día, a dormir que te vas.

O a escuchar “Incendios”, que es el siguiente corte del trabajo. Hay cosas de la canción que me gustan bastante, como la esperanza y el amor incondicional que destila la letra (a pesar de no dejar del todo de lado la depresión, que Nacho se “concentra en estos días / para ahuyentar los que vendrán después”), o el piano en torno al que se articula; y otras que no me gustan nada, como el hecho de que la voz parezca estar al otro lado de un túnel, o que la instrumentación sea básicamente muy similar a la del resto del disco.

Esto le pasa menos a “Reloj  sin manecillas”, que tiene una percusión bastante bonita y una letra… extraña. El golpe de efecto del comienzo va dando paso a un tono más bonico (“Ahora ni el cielo te asiste / y no hay nadie desviviéndose por ti, / pero el ser humano insiste, / justificas tu existencia con la química: / estoy triste, ¿para qué mentir? / Haré que el solo salga mañana desde aquí”), y luego se convierte en una colección de imágenes bellas que culminan en ese reloj sin agujas que me tomo como una metáfora del tiempo cuando no hay tiempo. Signifique eso lo que signifique. Dicho sea, la tragedia se alterna con lo bonico constantemente, y si prima esto último es gracias a la instrumentación.

Los poco más de dos minutos que duraba se convierten en casi el triple de duración en “Taberneros”, que por mucho que sea una de mis canciones favoritas, creo que resulta demasiado larga. Se justifica porque eso, junto con la pesadez del piano y las maracas omnipresentes, agudiza la languidez de un tema que gira, básicamente, en torno a la idea de “he perdido el amor, vamos a emborracharnos”. La letra, aunque mi compañero Quixote discrepó mucho conmigo al respecto en un streaming, me parece una delicia, con un uso muy bien llevado de recursos simplones, y momentos de muy mucha tristeza en el amor no correspondido.

“Perplejidad” define muy bien mis sentimientos hacia esta canción. Diré poco sobre ella, porque no puedo decir que me guste demasiado: lo poco que entiendo de la letra son reproches que ya me empiezan a empachar. La instrumentación no difiere mucho del resto, los coros infantiles me sobran totalmente y, sinceramente, opino que el uso del diminutivo “carita” en una canción debería ser juzgado ante La Haya.

Por desgracia, lo mejor del disco ya ha pasado para mí, con lo que no queda ningún tema que compense con locura esta segunda mitad más floja. Sin embargo, sigue habiendo calidad, como demuestra “La comedia humana”, un tema que me gusta absurdamente por cómo está cantado (y digo absurdamente porque las pausas no son muy lógicas y hay momentos en que se pasa la entonación correcta de las palabras por ahí), y por la letra, una de mis favoritas del disco, con esa dicotomía entre la tristeza de “no estamos bien, y una vez sí lo estuvimos” y las ganas de creer que “volveremos a estarlo”.

La construcción a modo de nana de la parte central de “Lo que comen las brujas” resulta incluso más inquietante enmarcada entre el comienzo un tanto psicopático y el final… también un poco psicopático. De nuevo, no aguanto los coros infantiles (aquí no articulan palabras, y no sé si me desagradan incluso más). Pero esa parte de “La niña pregunta: / ‘Mamá, ¿Qué es lo que comen las brujas?’ / Ella le responderá, seria pero con dulzura: / ‘leche, galletas y a ti, / leche, galletas y a ti corazón mío, a ti” es una de las cosas más tiernas que existen, y lo compensa todo.

“Cosas que no hay que contar”, por momentos, me recuerda demasiado a una versión lenta de “Cuando te canses de mí”. El piano tiene mayor presencia, el tema es más lento (salvo en un único pasaje al acercarse el final) y, en general, peor que la que abría el disco. Resulta curiosa la mezcla entre ese cierto rencor de haber perdido, y ese afán por volver (“Donde hay cenizas hubo un fuego, / yo mataría por volver a arder”), que, de hecho, es muy sintomática del disco en general.

El trabajo se cierra con “El mercado de Sonora”, que no estoy seguro de que sea la mejor elección como broche final, no porque sea mala, sino porque rompe con la unidad que el disco mantenía, por lo general. La percusión seca se entremezcla con una música más etérea (ruidos incomprensibles incluidos), mientras Nacho canta a pócimas de sándalo y jazmín, ojos de venado, cultos a la muerte… Lo típico. Me recuerda más a Lucas XV que al resto de su discografía, en realidad.

C’est fini, vaya. En general, el resultado es bueno. El disco no se hace largo, y aunque no me parece que alcance la calidad de su predecesor (otros opinan que es una vuelta a los buenos tiempos, las opiniones sobre El manifiesto desastre están muy divididas), tiene algunos temas destacables y sabe mantener el tipo a lo largo de un buen puñado de escuchas.
No es lo mejor de Nacho, pero echarle un oído no está de más.

Allez-y, mes ami!

Buenos días, y buena suerte.

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¿Tengo que escuchar esto?: no es lo más imprescindible de su discografía. Y desde luego, no te diría que empezaras por aquí. Pero si ya te gusta Nacho, o si dudas y quieres investigarle más, merece la pena.

Si solo tuviera que escuchar una canción: aunque sea la más tópica: “La gran broma final”. Es uno de esos casos donde merece con creces el ser tan archiconocida.

¿Dónde debería escuchar esto?: en el mercado de Sonora. Vamos juntos, venga.


Me ha gustado, ¿dónde hay más?: pues El manifiesto desastre por ahí está. Desaparezca aquí es otro clásico, como lo es también Actos inexplicables (y Cajas de música difíciles de parar, que para muchos es el mejor, pero que yo no puedo con ello). Cómo hacer crac, aunque sea de corte más político, también está muy chulo. Y cuando reseñé su disco anterior, como cantautores “relacionados” hablé de Cave, Waits, Van Zandt y Sabina.

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P.D.: En la mayoría de los casos he podido poner enlaces a un Concierto acústico en Radio 3, y al videoclip raruno que acompañó al single en "Taberneros". Las tres que quedaban sueltas están subidas en versión de estudio, y tal.

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