lunes, 20 de julio de 2015

The Divine Comedy @ Madgarden Festival, 17/7/2015


Hacía mucho que no escribía una crítica de concierto, entre otras cosas porque todas las que podría haber escrito hubieran sido una entre mil. Pero hoy he decidido buscar crónicas de lo que ocurrió anteayer en el Jardín Botánico de la Complutense y no he encontrado nada, así que igual soy el primero en hacerlo, ¡bieeeeeeeen!

La verdad es que el recinto estaba muy, pero que muy bien: buena organización, multitud de quioscos de comida y bebida, alguna tiendecilla, y todo rodeado de árboles peculiares lo cual siempre es un plus. Y el sonido era buenísimo, lo que es casi una rara avis en estos tiempos.


Y ahora, lo importante: Neil Hannon. ¿Qué se puede esperar del crooner norirlandés? Una persona que compone óperas, temas para televisión, álbumes sobre el críquet. Hay algo que no faltará, que es su sentido del humor, y su gran, grave voz con aromas franceses y/o scottwalkerianos (Scott Walker era básicamente una versión anglosajona de Jacques Brel, al fin y al cabo). Para añadir al afrancesamiento, se presentó con una banda que incluía a un acordeonista, que tuvo la difícil tarea de imitar los complejos arreglos de cuerdas que The Divine Comedy incluye en sus discos. Nada fácil.

"Absent Friends" inició el concierto y, para ser sinceros, creo que Hannon necesitó unos pocos lingotazos para ponerse a tono, porque la cosa mejoró mucho según pasaban las canciones. Sonaron unas cuantas del disco más reciente, como "Assume the Perpendicular" o la que le da título, "Bang Goes the Knighthood"; así como joyas del pasado como "Everybody Knows (Except You)".

Hannon conjuga al mismo tiempo carisma, sarcasmo y torpeza. Como cuando llamó a su hermano cuyo quincuagésimo cumpleaños se estaba perdiendo, en pleno concierto, para que le cantáramos "Cumpleaños feliz". O cuando se desafinaban sus guitarras y nos entretenía con cháchara y preguntas ("¿y qué habéis hecho ultimamente? Habladme de vosotros). O cuando se equivocó estrepitosamente en un solo de guitarra y acabó la canción con una nota desafinada y cabizbajo. O cuando se confundió de verso en la increíble "The Plough". O cuando no sabía en que escala estaba la siguiente canción y de repente se puso a tocar "Lola" de los Kinks sin motivo alguno. Y todo esto no hizo más que mejorar la experiencia, claro.

Las armonías vocales fueron impecables en todo momento, y en general la banda sonó fantástica. Pero además fue un concierto divertido, en el que Hannon no paraba de decir cosas como que el cricket le excitaba, o que aquí hacía mucho calor y que el venía de una tierra fría en el norte, o cuando señaló al batería que estaba tocando el xilófono y dijo "LOOK AT THE DRUMMER! HE'S PLAYING MUSIC!". Y así todo el rato.

Tras la extraña "If..." (el propio Hannon dijo que era la canción más rara que había escrito, y que le asustaba. Entre sus letras incluye: "If you were a tree, I could carve my name into your side/And you would not cry, cause trees don't cry"), y "Generation Sex", llegó el momento más inolvidable del concierto, claro: "National Express". Quizá algún sociólogo sepa explicar esto mejor que yo, pero el caso es que un par de personas se levantaron en las primeras filas para bailar, y poco a poco eso se extendió (gente que también se levantaba para bailar y gente que no iba a bailar pero que si no se levantaba no veía nada) hasta que aquello se convirtió en un numerito a lo Busby Berkeley. Recuerdo a una pareja que pasó delante de mí dando piruetas y yo preguntándome qué estaba pasando. El ambiente continuó durante la sensacional "A Drinking Song" y "Tonight We Fly", que terminó el concierto "oficial", pre-bises.

La banda volvió a despedirse (Hannon advirtió que no teníamos necesariamente que quedarnos de pie todo el rato) con "Down in the Street Below" y "Charmed Life". Sus últimas palabras fueron "see you soon... maybe sooner than you think!", lo que amenazaba más bises... pero que yo sepa no ocurrieron, porque la música del evento volvió a sonar y el tipo de la corbata que manejaba el cotarro se llevó las dos guitarras. Aunque quién sabe.

En resumen, fue un fantástico y divertidísimo concierto que dejó con ganas de más. No hizo más que consolidar a Hannon como uno de mis intérpretes y compositores preferidos. Vuelve pronto.

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